¡El tenis por la radio!

Estuvimos entre los admiradores de Manolo Santana, allá en la década de los sesenta del pasado siglo, cuando elevó al tenis, cuando su juego y sus éxitos indujeron la construcción de decenas y decenas de canchas y cuando quienes teníamos nociones, veíamos jugar a los extranjeros y hacíamos de recogepelotas, acabamos disponiendo de las primeras raquetas y aprendiendo los golpes, no necesariamente enfundados de blanco.

¡El tenis por la radio!
El tenis empezó a popularizarse con Santana quien nos arrebató el sueño más de una madrugada, cuando había que seguir las transmisiones radiofónicas de los partidos en las antípodas

Por Salvador García

La admiración iba creciendo a medida que Santana ganó Wimblendon, Roland Garros y otros torneos de postín. Pero, principalmente, cuando, al frente del cuarteto español, afrontó la Copa Davis e ilusionó a todo un país, frente a las potencias, Estados Unidos y Australia. El tenis empezó a popularizarse con Santana quien nos arrebató el sueño más de una madrugada, cuando había que seguir las transmisiones radiofónicas de los partidos en las antípodas. ¡El tenis por la radio! Hoy casi parece increíble que estuviéramos tan pendientes y echásemos a volar la imaginación para “ver” los drives y los passing shots que relataba con maestría Juan José Castillo, el que inventó el célebre “entró, entró” para justificar el acierto de un golpe.

Manolo Santana se convirtió, con modestia, en un héroe nacional. La España que deportivamente apenas gozaba en el plano internacional, con el Real Madrid –cuya estrella se apaga justo cuando refulgía la de Santana-, con el ciclista Federico Martín Bahamontes y los éxitos de los pugilistas.

El héroe se ganó el respeto de todos, por derecho propio. Por su seriedad y por su dedicación cuando abandonó la raqueta y las canchas. Manolo Orantes era el llamado a sucederle. Pero el nivel de Santana era muy alto, tal es así que todas las figuras posteriores le dispensaron el afecto y la consideración que se ganó con todo merecimiento. “Como si tuvieran que darle las gracias por haber sido tenistas a su paso. En cierto modo, así fue”, escribe Gerardo Riquelme en el diario As.