Las primeras personas que llegaron a Gran Canaria lo hicieron por el mar, esa es la primera y más antigua imagen de la isla, desde los antiguos canarios, desde los años de la conquista, y hasta que llegó el avión, toda la historia y la iconografía se escribe desde el océano Atlántico. Y siempre ha estado el Puerto marcando los pasos, sobre todo el de Las Palmas. Desde su diseño inicial por parte de Juan León y Castillo a finales del siglo XIX, la capital grancanaria cambió por completo su perfil y también se convirtió en la capital cosmopolita y urbana en la que conviven multitud de razas y de culturas en perfecta armonía.
Ese Puerto no siempre estaba cerca, y solo lo conocían bien quienes trabajaban en su interior o los deportistas náuticos que se adentran cada día cerca de sus contornos. Ahora, gracias a la iniciativa de City Sightseeing en colaboración con el operador Bahía Cat, los recorridos por Las Palmas de Gran Canaria ya no serán solo desde la guagua turística. Durante más de una hora de singladura por el Puerto de La Luz y de Las Palmas, podremos recordar desde Cristóbal Colón a los piratas que quisieron adueñarse de la isla en distintas épocas, y también sabremos por qué ha habido varios campeones olímpicos y mundiales en deportes de vela. No se entendería la ciudad sin esa presencia náutica y aventurera, como tampoco se entiende sin los botes de Vela Latina que surcan las aguas de la bahía varios meses al año.

El barco sale desde la zona de cruceros y desde allí se va adentrando hacia el interior de un Puerto que nos sorprende por su actividad, siempre incesante, por la presencia de grandes barcos de distintas banderas y por un tráfico marítimo que hace que la estampa de la capital cambie como cambia siempre todo lo que está unido a un viaje. Porque se propone un viaje por el tiempo y por el espacio costero, pero también se nos regalan unas estampas y unas perspectivas inolvidables de la bahía, con las montañas altas de la isla a lo lejos, los riscos poblados con casas de colores y los grandes edificios que miran, siempre vigilantes desde sus cristaleras, a ese puerto que recorremos sentados cómodamente mientras nos cuentan en varios idiomas todo lo que vamos viendo.




La travesía llega hasta la zona de San Telmo, donde estaba el Muelle antes del siglo XX, para que desde allí no olvidemos la Catedral y los barrios de Triana y de Vegueta que vieron todos los que arribaron durante siglos de viajes soñados a Gran Canaria, una isla que se cuenta siempre como si la visitáramos por vez primera. Todo huele a mar y a puerto, y la luz oceánica nos regala improvisadas e inolvidables postales cada vez que zarpa el catamarán hacia un nuevo viaje con el que seguir disfrutando de una ciudad siempre sorprendente.
Datos prácticos:
Web: city-sightseeing.com