Alberto Valdés |
La Laguna (Tenerife) (EFE).- Los agricultores, los educadores, los cocineros, los alumnos y las familias lo tienen claro: el programa que lleva frutas y verduras ecológicas y de temporada desde las huertas hasta los centros educativos de Canarias es todo un éxito. Se llama Ecocomedores e inspira el decreto que el Consejo de Ministros ha aprobado para el resto de España.
El programa canario no solo ha recibido este año el reconocimiento de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición, sino que el propio Gobierno dijo al aprobar el nuevo decreto sobre comedores escolares que es su referencia de cómo trabajar bien en este campo, junto con el proyecto Horta Cuina, de la Comunidad Valeciana.
La iniciativa, que cumple doce años de aplicación en las islas, ha sobrepasado todas las expectativas y suma cada curso nuevos centros educativos, que además de ofrecer una alimentación más sana para los niños también brinda mayor seguridad económica a los trabajadores del campo, sin aumentar los costes para los colegios.
Un camino que comienza en personas como Alejandro Peraza, agricultor de Tacoronte (Tenerife), quien confiesa que entrar a participar del programa es «casi lo mejor» que le ha pasado como persona, pero también como miembro de una sociedad que trabaja «para las generaciones más pequeñas».
Contra la obesidad y la mala alimentación
Y es que Ecocomedores, además de atajar los graves problemas de obesidad y mala alimentación que afectan a la población joven de Canarias, también ha servido para interconectar al sector primario y reforzarlo.
«Los colegios asumen una gran cantidad del producto, nos abren las puertas para conectarnos con otros productores y, gracias a eso nos hacemos más fuertes, porque nos complementamos y creamos una red donde todos nos ayudamos», detalla Peraza.

127 colegios adheridos en Canarias
El programa, que está liderado por el Instituto Canario de Calidad Agroalimentaria (ICCA), ya tiene a más de 24.000 comensales de 127 centros educativos, entre los que se encuentran todos los que disponen de comedores de gestión directa y aquellos de gestión indirecta que lo solicitan, así como más de una centena de ecoagricultores locales.
El director del colegio público Las Mercedes, Francisco Rodríguez, lleva once años participando en esta iniciativa y afirma que «la experiencia es fantástica» y «la calidad de la verdura y la fruta es infinitamente superior».
«La diferencia es exponencial. Incluso el propio alumnado lo valora, porque los sabores son más auténticos. Hay bastante niñas y niños que comen aquí cosas que en su casa no suelen comer. De hecho, yo creo que es donde mejor se alimentan», dice Rodríguez.

«No hay que potenciar sabores ni disfrazar la comida»
La cocinera, Zenaida Padilla, explica que la diferencia se nota «porque no hay que potenciar ningún sabor ni disfrazar la comida», el producto ecológico se «aprovecha desde el minuto cero, gracias a su durabilidad, color y calidad».
Pero si hay un nombre que todos los involucrados en este proceso repiten es el de Margarita Hernández, técnica de fomento y promoción de la agricultura ecológica en el ICCA y coordinadora del programa, cuyo lema principal durante estos años ha sido:
«Hay que entender a quien no entiende, porque no es fácil lo que se plantea».
«Ahora ya estamos más sensibilizados como sociedad en muchos aspectos y se puede entender un poco más, pero cuando empezamos era bastante complicado. Había muchas resistencias y muchas dudas”, remarca.

Un trato en precios que le conviene al agricultor
Para que esto pueda ocurrir existe una planificación de los cultivos y se pactan los precios de los productos para todo el año, de manera que estén en un rango por encima del precio en los mercados y por debajo del precio final en destino en las grandes superficies.
«Eso implica que el coste de los productos que necesitan los cocineros para elaborar el menú es inferior muchas veces al coste del producto convencional (…) Y además, al estar más concentrados el nivel de nutrientes es mayor”, detalla la coordinadora del ICCA.
Al tiempo que, continúa, se trabaja para «contribuir y mejorar la soberanía alimentaria de Canarias», aplicando modelos que mejorar “la salud de los consumidores y la biodiversidad».
«Hablamos de policultivos diversos, que ayudan a mitigar problemas derivados de la agricultura y a capturar CO2 en el suelo, al tiempo que disminuimos la dependencia exterior que tiene Canarias. Algo fundamental porque nos hacemos resilientes mientras desarrollamos un tejido tanto productivo como de comercialización, distribución y consumo», concluye Hernández.