Saúl García |
Tiagua (Lanzarote) (EFE).- Cuarenta años después de su primera excavación, el yacimiento de El Bebedero, en Lanzarote, sigue deparando sorpresas. En los primeros días de la campaña de este año ha aparecido el que podría ser el aljibe, cisterna o depósito de agua más antiguo de la isla encontrado hasta la fecha.
Los restos del aljibe, de forma circular y de cerca de un metro y medio de diámetro, han aparecido en la zona sur del asentamiento aborigen, entre los estratos III y V, datado a partir del siglo I antes de Cristo. El Bebedero, junto con Buenavista, ambos en Lanzarote, estarían entre los yacimientos más antiguos de Canarias.
La pared norte del aljibe tiene forma semicircular y se va cerrando, «lo que permite pensar que tendría una cubierta abovedada», explica a EFE Pablo Atoche, catedrático de Prehistoria de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y uno de los responsables de la investigación en el yacimiento, junto a la arqueóloga Ángeles Ramírez.
Ambos trabajan cada verano sobre el terreno con el apoyo económico del Ayuntamiento de Teguise a través de una subvención concedida a la Fundación Canaria Universitaria de Las Palmas. En el yacimiento también investigan Pedro Méndez y Elena Hernández, historiadores y arqueólogos.

También se puede ver una losa de piedra, que haría de alcogida, en un lateral «con los bloques de piedra trabados con barro para intentar tapar las grietas», señala Ramírez.
El suelo es de tierra endurecida, sin losas. Señala Atoche que es la primera vez que se identifica un aljibe asociado a un poblado indígena.
En el interior se han encontrado una gran cantidad de restos de caracoles terrestres, lo que denota que era un espacio con mucha humedad. Los habitáculos del asentamiento se sitúan a mayor altura.
Ha aparecido además una estela trapezoidal de basalto con un grabado de altorrelieve.
Un asentamiento aborigen para varias familias
El geógrafo Antonio Bueno, que está escaneando el asentamiento, señala que la estructura del depósito y su orientación al sur, que garantiza el mayor número de horas de sombra, hacen pensar que se trataba de agua para consumo humano, para no beber del mismo lugar que los animales.
El Bebedero es un asentamiento aborigen que acogería a varias familias, con habitáculos para dormir y para cocinar, que se asemejan a lo que se ha llamado las casas hondas.
Sería un asentamiento original, buscado por su ubicación: en una zona protegida, con vegetación y agua, además de una gran visibilidad sobre El Río, el brazo de mar que separa Lanzarote y La Graciosa.
El asentamiento también fue el escenario de diversos intercambios entre los aborígenes y la población romana o romanizada que navegaba por esa zona entre los siglos I antes de Cristo y el siglo IV.

Los restos hallados y las dataciones confirman, según los investigadores, esa relación durante al menos cinco siglos. Los marinos necesitaban agua, comida, como cereales o carne y pieles y podían aportar vino, aceite o salazones, que transportaban en ánforas cuyos restos han aparecido en el yacimiento.
Respecto a las pieles, Atoche considera que hay una estancia que podría servir para trabajar la piel o para almacenarla, por el hallazgo en ella de distintos útiles de piedra pulimentada empleados para cortarla y para curtirla.
La piel de cabra era importante tanto para abrigarse como para fabricar herramientas e, incluso, armas.
A lo largo de estos 40 años se han encontrado numerosos objetos romanos, como útiles de metal de hierro, cobre o bronce, elementos vítreos como cuentas de collar y ánforas, que permiten una datación más exacta ya que cada tipo de esos objetos responde a una época determinada.
Restos de animales
Hay, asimismo, restos de cerámica aborigen modelada a mano con huellas de carbón y de todo tipo de animales: de la almeja canaria (ya desparecida), lapas, vértebras de pescado, moluscos terrestres, algunas aves, perros, y sobre todo cabras, ovejas y cerdos.
«Las dataciones de los elementos romanos coinciden con las fechas de carbono 14» dice Atoche. «No se trata de una fecha ni de dos, contamos con una serie de 40 dataciones diferentes», añade.
Las fechas de las ánforas coinciden con las dataciones obtenidas de muestras de distinta naturaleza, como huesos, sedimentos, coprolitos o carbones y se han realizado en tres laboratorios distintos «proporcionando todas fechas muy similares, coherentes entre sí y situadas entre el siglo I antes de la Era y el siglo IV”, asegura. EFE