Las Palmas de Gran Canaria (EFE).- La exposición «El fuego silencioso», inspirada en un texto del poeta nigeriano Niyi Osundare, muestra desde este viernes y hasta el 14 de agosto en Casa África cómo impacta en ese continente la contaminación de sus grandes urbes y la que procede de otros lugares cuando se cumplen diez años de la firma de la Agenda 2030.
Así lo ha explicado su comisario, el gestor cultural lanzaroteño Adonay Bermúdez, quien ha detallado que las nueve piezas de los once artistas que participan en esta iniciativa, incluida en los actos con los que Casa África homenajea este mes a los hombres y mujeres de ese continente, evalúan la huella de la contaminación desde puntos de vista humanitario, medioambiental y económico, con temas vinculados a los procesos industriales, la pobreza o la aplicación de la justicia.
Para ello, estos artistas africanos, estadounidenses -como Mark Dion- y españoles -como Acaymo S. Cuesta y Germán Páez (Gran Canaria), Elena Lavellés (Madrid)- y la hispano argentina Gabriela Bettini, hacen usos de audiovisuales, dibujos y fotografías para evidenciar la crisis medioambiental contra la que, hace diez años, 193 estados de la ONU acordaron el citado plan de acción en favor del desarrollo sostenible.
Con ese propósito de promover una intervención a favor de las personas, el planeta y la prosperidad, que también tiene la intención de fortalecer la paz universal y el acceso a la justicia, la Agenda 2030, «dirigida a todos los países e instituciones y que pretende alcanzar a toda la población del mundo, plantea 17 objetivos con 169 metas que abarcan las esferas económica, social y ambiental», ha recordado.
Esta muestra pretende evaluar su implantación real, sobre todo en lo que concierte a la contaminación ambiental, que afecta al equilibrio ecológico y al bienestar humano y que, por tanto, se interpreta «como una manifestación de injusticia, una carga desproporcionada que no es asumida equitativamente por todos los miembros de la sociedad» y que afecta en mayor medida a «comunidades vulnerables» y menos a «quienes se benefician de las actividades que generan estos desechos».
Enarbolando el concepto de «racismo ambiental», popularizado en los ochenta para describir cómo las minorías étnicas y las poblaciones empobrecidas son desproporcionadamente expuestas a riesgos ambientales, esta muestra reflexiona sobre su impacto en África, también a partir de obras de artistas del continente, como Nnenna Okore, nigeriana nacida en Australia que vive y trabaja en Chicago; Enoh Lienemann (Nigeria/Alemania), Kai Lossgott y Mduduzi Nyembe (Sudáfrica) o Ezra Wube (Etiopía).
En el marco de esta crisis ecológica global, estos creadores reflejan en esta muestra los estragos que causa en África el aumento de la contaminación del aire, el agua y el suelo como consecuencia, también, del crecimiento urbano descontrolado, la industrialización sin regulaciones estrictas y el extractivismo intensivo como los que presentan urbes como Lagos o El Cairo, a lo que se suma los vertidos de petróleo o los desechos electrónicos provenientes de países desarrollados.
Un fenómeno del que tampoco se escapa Canarias, de ahí que esta exposición incluya una fotografía de Germán Páez tomada hace veinte años que muestra «la acumulación de residuos procedentes de la industria turística que afectaba a La Graciosa», ha referido Bermúdez, quien ha asegurado que «ahora, ese vertedero es mucho más grande», lo que demuestra la vigencia de esta pieza, cedida por el Centro Atlántico de Arte Moderno para esta exposición.
Para poner freno a este «Fuego silencioso», la muestra propone ahondar en la cooperación global y en las políticas que den prioridad al bienestar ambiental y social. EFE