Cristina Magdaleno – Gelmert Finol
La Restinga (El Hierro) (EFE).- Zebenzui Cabrera, patrón de la salvamar Navia de Salvamento Marítimo, estaba fuera de servicio cuando el pasado 28 de mayo un cayuco volcó en el muelle de La Restinga (El Hierro) y provocó la muerte de siete personas, pero sí se encontraba en el puerto y, sin dudar, se tiró al mar, decisión que salvó vidas.
En el puerto presenció cómo la embarcación se daba la vuelta y cómo, en medio del caos, nadie había podido aún ayudar a un padre y su bebé que estaban en apuros. Fue en ese momento, «no dudé», dice, cuando decidió tirarse al agua: «Cualquier compañero habría hecho lo mismo», asevera en una entrevista con EFE.
Y de hecho lo hicieron. Durante la hora que duró el rescate lo acompañó más personal de Salvamento Marítimo, buzos de empresas que trabajan en el puerto y varios agentes de la Policía Nacional.
Con ellos, Cabrera ha compartido estos días visitas al centro de salud por las secuelas del rescate, como el entumecimiento y la fiebre de los primeros días, cortes por todo el cuerpo o intoxicación por haber estado demasiado tiempo nadando entre combustible y residuos.

Sacar a un niño por los pies
Tras tirarse y poner a salvo a varias personas, Cabrera cuenta aún acelerado cómo salió del agua para enfundarse un equipo de rescate y cómo se volvió a sumergir para sacar sin parar a más personas, tanto de las que chapoteaban en la superficie como, de manera más compleja, del interior de la barcaza, donde se habían formado burbujas de aire y quedaban supervivientes.
Las características del barco hicieron todo más complicado. Así lo señala Cabrera, que apunta que no es normal que arriben embarcaciones de solo 3 metros de manga, frente a los 4 o 5 metros habituales, y con cubierta, dos elementos inusuales que explican buena parte del fatal desenlace.
El cayuco era de los largos, con 20 metros de eslora, pero especialmente estrecho. Y si pudo rescatar a gente del interior de la barcaza una vez volcada, afirma, es porque tras media vida en el mar y ocho años en Salvamento Marítimo, conoce cómo es un barco por dentro.
«Saqué a un niño por los pies que no quería salir -de la burbuja de aire- y tuve que hacer palanca hasta tres veces porque estaba muerto de miedo y no quería meter la cabeza en el agua. Es puro instinto, pero para sacarlo tenía que sumergirse», relata Cabrera, que en ese momento también pudo ayudar a una mujer que también se encontraba en el interior y que se le agarró a un pie.

También pudo extraer a otro hombre que quedaba abajo. Tras ese último rescate admite que «petó» y llegó al límite: «Estaba a punto del síncope y pedí el relevo», expresa Zebenzui Cabrera, que recuerda cómo al salir del agua se echó a llorar de la impotencia y la rabia de no haber podido sacar a más gente.
Pensaba aún en uno de los bebés, «que parecía muerto», pero que sin embargo sobrevivió tras ser trasladado en helicóptero a Tenerife.
«El problema es que juegas a ser Dios»
Situaciones como la del bebé, añade, «te matan», pero una vez que lo peor ha pasado y se empieza a gestionar lo sucedido y la carga emocional «te das cuenta de que no puede ser todo perfecto y que lo raro es que haya salido medianamente bien».
«El problema de esto es que juegas a ser Dios y si salvas a uno pierdes a dos o si salvas a dos pierdes a uno. No se puede llegar a todo y si te vas a torturar por lo que ha pasado y no por lo que has logrado… este trabajo no es para cualquiera», reflexiona.
Cabrera asevera que el hecho de que hubiera desde hacía pocas semanas decenas de aros salvavidas en el muelle, que él mismo utilizó para sacar a la gente sin ponerse en peligro, fue determinante para salvar más vidas.
Lamenta asimismo que haya habido quien ha utilizado la tragedia para cuestionar los protocolos de Salvamento Marítimo o el trabajo que desempeñan tanto en alta mar como en la llegada. «Viendo los toros desde la barrera cualquiera puede criticar. Es fácil jugar sabiendo las cartas, pero hay gente que debe evaluar lo que ha dicho porque no creo que haya comprendido la situación que se vivió o las características del muelle y de este cayuco en concreto», zanja.
Recuerda este patrón de Salvamento que los momentos más críticos en un rescate siempre es el embarque en el buque, que no suele durar más de dos o tres minutos, como mucho, a veces incluso menos. «Pero para nosotros son horas. He tenido rescates de 57 segundos que se me han hecho eternos», detalla.
«Cuando llegan a tierra lo que quieren es salir del barco. Vienen de una travesía dura, están asustados, no saben nadar a veces… Pero también tienen adrenalina que se les dispara y se intentan aferrar a la vida», resume Cabrera. EFE