Santa Cruz de Tenerife (EFE).- Un grupo de usuarios del centro de acogida integral (CAI) de inmigrantes que gestiona Cruz Roja en Santa Cruz de Tenerife ha denunciado que soportan malas condiciones, como comidas en mal estado, amenazas y comportamientos racistas por parte de los trabajadores, así como que en ocasiones se separa las madres de sus bebés de forma forzosa.
También se han quejado de que, siendo 150 personas las que hay en este recurso, mayoritariamente mujeres, menores y algunos padres, solo tienen asignada una psicóloga, una abogada y dos trabajadoras sociales; de que «nadie» les explica sus derechos y de que apenas les enseñan español y no saben más que saludar, pese a que algunos llevan más de un año en el mismo.
«La Cruz Roja debería garantizar nuestros derechos, pero realmente son quienes los están violando y a la vez quienes tienen nuestro presente, futuro y el de nuestros hijos en sus manos», ha señalado a las puertas del centro Amadou, de Senegal, quien vivió una situación similar en el campamento de Las Raíces y en otro centro en Sevilla.
Amadou ha hecho las veces de intérprete, igual que el periodista y activista Diallo Ablaye, quien ha hablado de vejaciones «escalofriantes».
Otro de los usuarios de este centro, en el que lleva diez meses, ha denunciado que, cuando un bebé que no nace en España llega en una patera o un cayuco, se le separa de su madre «y no le dan explicaciones».
A él en particular asegura que no le dejan estar al cargo de su sobrino, con el que hizo la travesía por mar desde la costa africana hasta Canarias.
Una mujer, también usuaria de este centro de migrantes de la capital tinerfeña, ha relatado que a ella la separaron de su hijo, y que a una compañera le sucedió lo mismo: fue al hospital y al regresar ya no estaba y desde entonces no ha podido mantener contacto con el menor.
Esta usuaria se ha quejado de que a las madres no les dejan calentar los biberones para sus bebés ni darles de comer, sino que es el centro es el que decide cuándo hacerlo.
Abdulai, padre de un niño con parálisis general, ha contado que lleva esperando 20 meses por una ayuda que no llega, pese a que el niño no puede caminar ni comer por la boca, sino que lo alimentan por una sonda. Ni siquiera, ha denunciado, le han dado un carro. «¿Eso es normal?», se ha preguntado.
En vísperas de este acto de protesta, la presidenta de Cruz Roja en Canarias, Mayte Pociello, lo calificó de «malintencionado» y afirmó que las instalaciones del CAI de Santa Cruz de Tenerife, también llamado ‘centro de las madres’, son «fantásticas» pero los usuarios se quejan de la comida «porque tienen sus costumbres».
Pociello dijo también que no tiene ninguna información de que haya habido algún tipo de incidente en el centro que, ha dicho, tiene las puertas abiertas y unas condiciones «excepcionales, fantásticas» y unos resultados «muy buenos».
Lo que ocurre es, según Pociello, que «ellos tienen sus costumbres y se quejan de las comidas, de que comen mucho pollo».
En su opinión, puede haber incidentes en un lugar en el que habitan unas 280 personas y la convivencia «a veces da roces, pero nada significativo porque se trabaja para que puedan vivir lo mejor posible».