Ana Santana
La Laguna (Tenerife) (EFE).- En los siglos XVIII y XIX el porcentaje de mujeres en Tenerife que se quedaron al frente de sus hogares era superior al de países como Francia, Alemania e Inglaterra. Por ejemplo, en el sur de la isla, en Santiago del Teide, llegó a haber un 47,4 por ciento de casas con jefatura femenina.
Son parte de los datos correspondientes al estudio «Mujeres al frente de los hogares de Tenerife siglos XVIII-XIX» que ha publicado la historiadora Paula Barbero, resultados de su tesis doctoral defendida en la Universidad de Santiago de Compostela, bajo la dirección de Isidro Dubert y de la que ha hablado en una entrevista con EFE.
Con la consulta de varios padrones de habitantes fechados entre 1776 y 1848, Paula Barbero ha identificado las características de los cabezas de casa según su género, edad, estado civil y ocupación y los resultados de esta investigación, explica, evidencian la relevancia que tuvieron las mujeres en la dirección de los hogares canarios.
Para ello Barbero procedió a la consulta sistemática de 7.800 grupos domésticos registrados en el padrón de Tenerife de 1779 realizado por la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife, el cual contiene el sexo, la edad, el estado civil y las profesiones de los diferentes componentes del agregado doméstico, entre otros documentos.
Y aunque supuestamente en las sociedades del Antiguo Régimen la vida familiar giraba en torno a la figura del padre de familia, en Canarias se ha hecho evidente la importancia que tuvieron los hogares dirigidos por mujeres en los espacios urbanos y rurales ya en la primera mitad del siglo XVI, afirma la historiadora.
El protagonismo femenino en la dirección familiar ha estado ligado en las áreas rurales, sobre todo, a una emigración masculina temporal o definitiva y en el siglo XVII, cuando entró en crisis el comercio de vinos canarios, a una recesión económica con claras implicaciones en la composición de los grupos domésticos.
HOGARES RURALES
Buena prueba de ello es que las jefaturas femeninas en el mundo rural tinerfeño se duplicaron desde 1552, cuando solo constituían un 15,7 % del total, hasta 1779, en que pasaron a representar ya el 34,1 % de los hogares.
Pero es en el resto de las zonas rurales de Tenerife donde aparecían los niveles más elevados de jefaturas femeninas. En los territorios meridionales de la isla las mujeres dirigían el 33,3 % de los hogares, un porcentaje que solo descendía ligeramente en algunos puntos del suroeste, caso de Guía de Isora (30,7 %) o Adeje (29,3 %). Igualmente continuaba siendo muy alto, especialmente en la villa de Santiago del Teide (47,4%).
El alto porcentaje de hogares rurales gobernados por mujeres en Tenerife se sitúa también muy por encima a los registrados en determinados ámbitos rurales de Europa a mediados del siglo XIX, caso de Francia, Inglaterra o Alemania.
La importancia femenina en la cabeza de los grupos domésticos insulares en la primera mitad del siglo XIX alcanzó su máxima expresión en La Laguna pues allí, en 1835, el porcentaje de mujeres al frente de los grupos domésticos creció hasta ser el 41,2 % del total, mientras que en las comarcas rurales de esa misma jurisdicción apenas llegaban a encabezar un 17,5 % del total.
La Laguna superaba por esas fechas a enclaves urbanos como México (30 %) y Buenos Aires (34 %) o importantes ciudades italianas, caso de Roma (17-24 %), Milán (16 %) y Bolonia (14 %).
El impacto socioeconómico de la crisis vitícola en la isla llegó a incidir incluso en el hecho de que en el medio rural un 19,1 % de los hogares dirigidos por mujeres estaban en manos de solteras, algo peculiar porque este dato era más característico de ciudades como La Laguna (28,3% de solteras cabezas de hogar).
SOLTERAS AL FRENTE DE LA CASA
Sobre la importancia de las mujeres solteras como jefas de casa da idea el dato de que en Tegueste en 1779 encabezaba su hogar María Pérez, que por entonces tenía 56 años y era una «mujer libre». María trabajaba tejiendo, con lo que pasaba la vida «pobremente» y en su compañía se encontraba su sobrina también bautizada como María Pérez; una joven soltera de 23 años que se ocupaba en el hilado.
En 1779, el 28,9 % de las jefaturas femeninas rurales recaía en manos de mujeres casadas tras la emigración de sus maridos. Su punto álgido como jefas era a los 30-39 años (34,5 %), para a continuación iniciar un descenso hasta casi desaparecer más allá de los 60 años.
Las manufacturas domésticas eran la actividad más declarada por las casadas (74,9 %), lo que permitía a las madres ejercer un trabajo remunerado en el interior del hogar y al tiempo atender a la crianza de los hijos pequeños y a las cargas domésticas.
Es más, hubo jefas de casa que durante el período de crianza de sus hijos e hijas tenían que desarrollar más de un trabajo remunerado dentro del hogar, caso de aquellas que trabajaban como amas de cría externas para la Casa Cuna de La Laguna.
Por su parte, el elevado número de familias gobernadas por mujeres en el mundo rural se sustentaba gracias al trabajo que ellas llevaron a cabo dentro de la industria textil, aunque también sacaban a sus familias adelante gracias a oficios ligados al artesanado (3,4 %), la agricultura (3,9 %), y el comercio (2,7 %).
La falta de mano de obra masculina en los mercados laborales del mundo rural y urbano habría sido sustituida progresivamente por el trabajo femenino, el cual se caracterizaba por ser mucho más barato y explotable en términos económicos.
TRABAJO FEMENINO PRECARIZADO
No obstante, los bajos salarios que ganaban las mujeres permitían a las solteras subsistir en un mercado de trabajo precarizado, gracias en buena medida al ejercicio de la pluriactividad, puesto que para poder sobrevivir combinaban los ingresos obtenidos con su trabajo en las actividades agrarias con los procedentes de su empleo en otros sectores, como el textil.
Así, Barbero ha encontrado referencias a Flora Guirola, de 28 años que en 1835 en La Laguna era costurera «y ayudaba a amasar», Ana Antonia Abreu, de 30 años y que en Puerto de la Cruz era «planchadora, vendía carbón, leña y papas» y María Luis, de 63 años y que se dedicaba a «hilar y lavar» en Los Silos, y las tres solteras.
Este trabajo demuestra que conocer el papel histórico de las mujeres en la economía familiar de Canarias requiere investigaciones sistemáticas y de largo alcance y para que puedan seguir realizándose, es fundamental «que las instituciones se impliquen y apoyen su financiación, garantizando así que no se pierda esta parte esencial de nuestra memoria colectiva”, subraya Barbero. EFE