Marta Ostiz |
Madrid (EFE).- La muerte del papa Francisco frustra el deseo del pontífice de visitar España, concretamente Canarias, archipiélago al que había expresado su voluntad de viajar en múltiples ocasiones, la última hace apenas tres meses, preocupado como estaba por la crisis migratoria y la situación de las personas migrantes.
«Quisiera ir a Canarias». Es el deseo que el propio Francisco trasladó al obispo auxiliar de la provincia de Las Palmas, Cristóbal Déniz, a finales del mes de enero durante un breve encuentro en Roma, en el que el papa felicitó a las diócesis de Canarias por su trabajo con las personas migrantes.
La visita a Canarias siempre ha sobrevolado la agenda del papa, pero nunca se llegó a programar. En su último viaje por Asia y Oceanía, en septiembre, Francisco comentaba a los periodistas: «Pienso en ir a Canarias porque allí está la situación con los migrantes que llegan del mar y querría estar cerca de los gobernantes y el pueblo de Canarias».
Tanto el Gobierno español como la Conferencia Episcopal (CEE) han trasladado personalmente en innumerables ocasiones su invitación al Vaticano para una visita a España, pero en los planes del pontífice sólo figuraba Canarias, porque la inmigración ha sido la constante preocupación del papa durante todo su pontificado.
Bergoglio se refirió en muchas ocasiones a la situación en el archipiélago. El pasado mes de septiembre, en el avión de regreso de su viaje a Bélgica y Luxemburgo dijo que las tragedias de migrantes, como la que recientemente había tenido lugar en Canarias, con decenas de muertos y desaparecidos, son «para llorar».
«Me duele esas personas desaparecidas en Canarias, tantos migrantes… que buscan la libertad y que se pierden en el mar o casi en la costa, como pasó en Crotone», dijo Francisco, que agregó con tristeza: «Pensamos y es para llorar, es para llorar…».

Preocupado por los abusos, pero sin «tirón de orejas» a los obispos españoles
Si bien la principal relación de Francisco con España ha sido su preocupación por las personas migrantes, la realidad de los abusos en el seno de la Iglesia ha obligado al pontífice a interesarse por los pasos dados por la Conferencia Episcopal Española para erradicar los abusos y reparar a las víctimas.
No hubo «tirón de orejas» -tal y como aseguró en su día el entonces presidente de la CEE, el cardenal Juan José Omella, sino una muestra de interés por la cuestión de los casos de abusos sexuales por parte de religiosos en España y la protección a las víctimas.
El Vaticano sí que ha tenido que tomar cartas en el asunto y por ejemplo, el pasado 3 de marzo, decretó la expulsión del Opus Dei del antiguo profesor del colegio vizcaíno de Gaztelueta, condenado a dos años de prisión por abusos sexuales a un alumno cuando era menor edad.
El papa ha recordado en varias ocasiones que los casos de abusos con menores «no prescriben en la Iglesia (…), es un drama el abuso de menores, no solo en Iglesia, en todas partes, precisamente donde tienes que cuidar a la gente la destruyes».

Relación cordial con el Gobierno español
En cuanto a la relación con el Gobierno español, Bergoglio ha recibido en el Vaticano a varios miembros del Ejecutivo, desde el presidente Pedro Sánchez, hasta la vicepresidenta segunda Yolanda Díaz, quien calificó el encuentro de «muy cordial y emotivo»
Con Sánchez se ha reunido en dos ocasiones, la última en octubre de 2024, cuando acordaron seguir aunando esfuerzos en favor de la paz en Oriente Medio, tras cumplirse un año del inicio del conflicto entre Israel y Hamás.
Estos encuentros con miembros del Gobierno español siempre han transcurrido de manera cordial, señalando los puntos de encuentro: la migración, la justicia social, el trabajo digno o el cuidado del medio ambiente.
En sus años de pontificado, el papa Francisco ha tenido palabras de aliento para los españoles afectados por distintas tragedias, desde las inundaciones ocasionadas por la dana en la Comunidad Valenciana a los damnificados por la erupción del volcán de La Palma.
Pero también ha denunciado y mostrado su preocupación por la situación las 1.300 familias que viven en el poblado de la Cañada Real madrileña, el mayor asentamiento irregular de Europa, que llevan más de cuatro años sin luz ni calefacción. EFE