Ana Santana
Santa Cruz De Tenerife (EFE).- Gazmira, una joven canaria que logró que la Corte liberase a indígenas esclavizados, y la sanguinaria Beatriz de Bobadilla protagonizan «Los últimos guanches», una historia de lucha y ambición en la que el judío David Levi representa a los españoles locos y soñadores que en el siglo XV se lanzaron a conquistar los mares.
Estas dos mujeres poderosas existieron realmente, aunque se tengan muy pocos datos de la indígena canaria, y ambas centran la historia con la que Ana Salamanca ganó en 2024 el certamen de novela histórica «Ciudad de Úbeda», y que ahora ha sido publicada en lo que supone «mi primera recompensa», señala la escritora en una entrevista a EFE.
«Y hasta me enamoré de los ojos de Gazmira, tan seductores e intrigantes, en la portada de la novela», subraya la autora, a quien le comenzó «a dar vueltas» la historia de Canarias tras llegar a las islas desde su Salamanca natal para ejercer el periodismo, su primera profesión, y posteriormente la docencia como profesora de Lengua y Literatura Castellana en Secundaria.
«No conocía nada de los primitivos habitantes de las islas y me surgió la curiosidad por su historia y leyendas, por el choque cultural que suponía ver cuevas, yacimientos arqueológicos y las montañas sagradas de Gran Canaria en los que dejaron huella en un tiempo en el que la Universidad de Salamanca ya tenía siglos» de actividad, rememora la novelista.
El último pueblo aborigen
Era una historia distinta y alejada de la del resto de Europa, la del último pueblo aborigen que desapareció en Europa, de hecho, algo que debería haber suscitado más curiosidad en el mundo de la ficción y los audiovisuales y que, sin embargo, no ha sido así, explica.
Por ello cuando se decidió a escribir «algo más largo que un relato» tuvo claro que debía tratarse de esa época, la Conquista de Canarias, y con dos personajes históricos, la joven aborigen palmera Gazmira, una indígena esclavizada que se ofrece como intérprete para que la conquista de La Palma y de Tenerife sea menos sangrienta para los suyos.
Se sabe que Gazmira sirvió como esclava en la casa de una familia noble en Gran Canaria y que a fines del siglo XV reclamó a la Corte de Castilla el fin de los procesos de esclavitud de los guanches, que le acabaron dando la razón y que fueron liberados algunos, un hito para la época por parte de una mujer que además no era libre, subraya Ana Salamanca.
Y su otra gran protagonista «es muy atractiva desde el ámbito de la maldad», la dama castellana Beatriz de Bobadilla, sobrina de la marquesa de Moya y desterrada a La Gomera porque tenía «al rey más influyente de Europa rendido a sus pies y por lo tanto también padeció los embates de la reina más poderosa», esto es, Fernando e Isabel de Castilla.
Cuando su violento y despreciable esposo, Hernán Peraza, la dejó viuda, Beatriz, ambiciosa y mártir a partes iguales, se apropió de su destino y se convirtió en la cruel señora de La Gomera donde, con la ayuda del gobernador Pedro de Vera, sofocó de forma sangrienta y despiadada una rebelión de los indígenas.
Choque de trenes cultural
Pero Ana Salamanca no quería reflejar en su novela sólo «un choque de trenes» entre las dos culturas y por ello introdujo en la ficción el personaje de David Levi, el puente entre dos mundos que colisionan.
David sueña con explorar los rincones más remotos del planeta y no quiere terminar sus días con la espalda encorvada en el taller de orfebrería que su padre regenta en el corazón del barrio judío de Salamanca, así que decide embarcarse en la primera nao que zarpa del puerto de Moguer rumbo a las Islas Canarias.
Allí se encuentra con la voluptuosa Beatriz de Bobadilla, que hechiza a los nobles de las islas e incluso al almirante Cristóbal Colón pero no logrará subyugar a David, quien queda cautivado por Gazmira y ambos, precisa la autora, representan la lucha y la contradicción que pudieron sentir ambas partes.
Por un lado, porque hubo castellanos que empatizaron con el sufrimiento de los aborígenes y por otro, porque entre estos últimos hubo algunos, como la propia Gazmira y Fernando Guanarteme, que se debatían entre pactar con quienes llegaron a las islas y no se iban a ir o luchar hasta la aniquilación.
Entre estas disyuntivas y contradicciones «tuvo que haber algo de amor», reflexiona Ana Salamanca, y por ello David ejerce de puente entre ambos mundos aunque, en realidad, los tres personajes tienen un espíritu fuerte y las dos mujeres son «luchadoras», ya que incluso Beatriz de Bobadilla fue lo suficientemente dura en la época «para hacer lo que quiso, cuando quiso y con quien quiso. No cedió ni un solo palmo» y aunque cruel y despiadada, fue también una muestra de coraje.
Salamanca define su novela como una historia «de muchos sueños por cumplir», como el del joven David, que huye de la Península por la expulsión de los judíos y encarna «al aventurero, al soñador, a los locos que debieron abundar entre españoles y portugueses que se echaban al mar por si había una ruta que llevase a las Indias».
Y para la escritora supone además «la gran victoria» de pasar delante de una librería y ver, por fin, a «Los últimos guanches» en el escaparate. EFE