Empaquetados

Fueron unos centros de trabajo muy dinámicos, uno de los primeros lugares donde hombres y mujeres compartían tareas: limpiando las piñas, despiezando y desmanillando, lavando las manillas después de separadas del tronco del racimo, posterior calibrado y clasificación hasta el envasado en cajas

Empaquetados
Eran empaquetados de plátanos diseminados en todo el término municipal, primer empleo para muchos jóvenes que no escogieron o no pudieron seguir la vía de los estudios

Por Salvador García Llanos

Eran empaquetados de plátanos diseminados en todo el término municipal, primer empleo para muchos jóvenes que no escogieron o no pudieron seguir la vía de los estudios ordinarios, aunque muchos pasaron luego a turismo y hostelería, donde se aproximaron al conocimiento de idiomas.

En aquellos empaquetados había conocidos a quienes se decía adiós cuando se pasaba por el exterior y con quienes se entablaba conversación a partir de preguntar por el estado de algún pariente. Los jóvenes estudiantes, a partir de septiembre u octubre, hacíamos acto de presencia donde hubiera personas conocidas para poner cara inocente antes de pedir el favor de suministrar un papel plástico, casi siempre de color rojo o chicle, que servía para forrar la fruta… y, en este caso, los libros con los que se aforntaba el curso escolar. La práctica se extendió incluso después de haber finalizado el bachillerato e iniciar los estudios superiores.

En algunos empaquetados nos parece recordar la figura de un lector, colocado ante un mostrador y alumbrado por alguna bombilla solitaria, que entretenía las labores domésticas del personal. A alguien le escuchamos que la figura había sido adaptada desde Cuba, desde sus fábricas de tabaco, tan monótonas y taciturnas.

Repartidos, decíamos, por todo el municipio, desde los suburbios al mismo casco, los empaquetados fueron el primer eslabón de lo que llamaríamos cadena logística. Allí se materializaba un trabajo específico que habría de ser duradero y seguro, apto para transportar adecuadamente los frutos de las hectáreas de plataneras. La eficiencia era una de las características fundamentales que debían garantizar el empaque y el embalaje. Téngase en cuenta que el empaquetado era la presentación comercial de la mercancía. Pero también era fundamental para evitar que la misma fuese dañada o manipulada.

Luego venían los camiones, cuyos conductores a menudo maniobraban con dificultad para entrar marcha atrás si restaba espacio o aparcaban en los exteriores de estos peculiares centros de trabajo. Cargaban las piñas, adecuadamente embaladas. Y de ahí, a los barcos.

Con la ayuda de Tomás Perera Hernández, haciendo un ejercicio de memoria, llegamos a rescatar casi veinte empaquetados emplazados en el Puerto de la Cruz. A saber:

-Juan Galán Herrero, en la vieja carretera de Punta Brava, frente a El Charcón.

-Sindicato Agrícola Orotava, en la calle José de Arroyo, antes callejón del Juego.

-Manuel Yanes Barreto, antes de la firma Mayaba, en la misma vía.

-Empaquetado de Verdugo, muy cerca de la plaza del Charco, desaparecido tras un voraz incendio.

-T.M. Reid, en la calle San Felipe esquina a Perdomo.

-Empaquetado Casamitjana, en la intersección de Mequinez con Pérez Zámora.

-José Herreros Peña, calle Santo Domingo.

-Yeoward Brothers, la única firma extranjera, en El Penitente.

-Hijos de Diego Bethencourt (popularmente Betancores), calle Zamora, esquina Valois.

-Víctor Hernández Alayón, calle Nieves Ravelo.

-Santiago Rodríguez García, calle Doctor Ingram.

-Andrés Martín García, en Las Cabezas.

-Julio Cruz González, en El Tejar, actual Mercado Municipal.

-Manuel García Yanes, calle Las Cabezas.

-Empaquetado Perera, luego Francisco González del Carmen y Cejas, en Las Cabezas, carretera de Las Arenas.

-Cooperativa Agrícola Bananera, en carretera El Botánico, colindando con el Jardín de Aclimatación.

-Casiano García Feo, en El Durazno.

-Miguel Delgado, en La Vera.

-Viuda de Machado, sector Risco de oro.

Los empaquetados palidecieron y desaparecieron con el bum del turismo, en los años sesenta del pasado siglo. Los trabajadores resistieron lo que pudieron. La mayoría cambió de actividad. Y la ciudad perdió lo que no dejaba de ser, en aquellos años, un encanto.