Lo de Lorca: así no

Cuando aquel asalto esperpéntico al Capitolio en Estados Unidos, escribimos que había que confiar en que las escenas no se repitieran en otras instituciones, parlamentos incluidos.

Lo de Lorca: así no
El asalto al Ayuntamiento, desbordado el cordón de vigilancia, en la víspera de una toma de decisión a través de un órgano principal, como es el pleno, es una estampa inasumible

Por Salvador García Llanos

Las imágenes eran reveladoras del desquiciamiento de colectivos y movimientos sociales a los que si se inocula el veneno de discursos y modos de actuar de políticos como el anterior presidente de los Estados Unidos, es fácil que protagonicen un proceder reprobable, máxime si tales imágenes están al alcance de todos.

A medida que se van conociendo detalles de lo ocurrido en el Ayuntamiento de Lorca, invadido y ocupado no sin cierta violencia, cuando el pleno debía votar una modificación del Plan de ordenación urbanística del municipio, se confirma que aquel temor no era infundado. Y así, volvemos a aquellas situaciones vividas en muchos consistorios españoles una vez recuperada la democracia, cuando la intolerancia, la incomprensión y la falta de cultura democrática generaron la violencia que nadie deseaba (incluso más allá de la verbal) pero que se registraba. Aquello ahuyentó a no pocos ciudadanos, ilusionados y motivados ante la nueva etapa que se avecinaba y que vieron ahí un escenario de incomodidad y riesgo que, de paso, obligó a adoptar medidas de cautela. La democracia no vino para eso pero, en fin…

Total, que han vivido en la localidad de la Región de Murcia un episodio desgraciado que ha disparado la alarma social. El asalto al Ayuntamiento, desbordado el cordón de vigilancia, en la víspera de una toma de decisión a través de un órgano principal, como es el pleno, es una estampa inasumible. Es una institución democrática y representativa donde las cosas no se resuelven así, a las bravas o por las tremendas. La modificación de las directrices urbanísticas, precedida de un largo período de negociaciones, trataba de regular las nuevas explotaciones de ganado porcino y la ampliación de las ya existentes, fijando unas distancias mínimas a los núcleos de población, colegios, centros de salud, cauces y manantiales.

Esos límites fueron aprobados por unanimidad en julio de 2020, tras meses de negociaciones entre el Ayuntamiento, el sector ganadero y los vecinos. Ahora se incorporaban las aportaciones técnicas de la normativa europea, autonómica y estatal. De haberse aprobado, quedaba otro mes para alegaciones. Las asociaciones y entidades del sector agrícola-ganadero convocaron una manifestación el mismo día del pleno: pretendían la retirada del plan y seguir negociando. Después de lo ocurrido, mucho nos tememos que las cosas se pueden dilatar y complicar.

De momento, siguen las investigaciones y las identificaciones de quienes violentaron el acceso a la casa consistorial. Hubo algunos arrestados. Ya circulan versiones para tratar de concretar dónde estuvo el núcleo del feo conflicto televisado en un fragmento y quién o quiénes indujeron a tratar de resolver las diferencias por la vía menos adecuada.

La vía de manchar a las instituciones de residenciar en ellas comportamientos rechazables. Alguna formación política ha esgrimido el desespero del sector ganadero para justificar lo que no tiene justificación. No han entendido nada de democracia: participación, diálogo y consenso. Con civismo, naturalmente.

Lo ocurrido en Lorca es un ejemplo de lo que se no debe hacer. Y es preocupante, de modo que no debe quedar sin sanciones. Porque una controversia podrá generar muchas tensiones pero ninguna merece que se menoscabe la autonomía municipal y el respeto. El debate político en nuestro país ya está lo suficientemente degradado como para que, encima, lo enturbien quienes no entienden de tolerancia y se conducen sin los mínimos de respeto.