Redescubriendo un colegio portuense

Setenta y cinco años de docencia, de enseñanza y aprendizaje. Son los que está cumpliendo el Colegio de Enseñanza Infantil y Primaria (CEIP) ‘Tomás de Iriarte’, en la portuense plaza de la Iglesia.

Redescubriendo un colegio portuense
Una larga y densa trayectoria que marcó los primeros pasos educativos de muchas generaciones de portuenses y que se iniciaba cuando el centro era conocido como “los grupos escolares”, dos edificaciones que posibilitaban la separación de niños y niñas, uno de los principios característicos de la educación del antiguo régimen

Por Salvador García Llanos

Es una larga y densa trayectoria que marcó los primeros pasos educativos de muchas generaciones de portuenses y que se iniciaba cuando el centro era conocido como “los grupos escolares”, dos edificaciones que posibilitaban la separación de niños y niñas, uno de los principios característicos de la educación del antiguo régimen.

Hasta la plaza llegaban los escolares, en solitario o acompañados de padres, abuelos y familiares, para el primer aprendizaje. Los alumnos, a principios de los sesenta, identificaban su nivel con el nombre del maestro que les había sido asignado y lo asociaban en femenino (la tercera, la quinta…) para localizar las clases. A los maestros se les recuerda acudir a su trabajo siempre emperchados, traje y corbata, respetables y respetados.

Entre una y otra edificación había un espacio separado de la plaza por una cortina vegetal para el recreo y para los juegos de alumnos y de quienes no lo eran. Daba a la trasera de la antigua sede de Correos y Telégrafos. Junto al colegio de las niñas hicieron en su día una pista de cemento cuyos usuarios practicaban fútbol, brylé y hasta alguien inventó una especie de frontón rudimentario. Pero las pelotas caían con demasiada frecuencia a la calle Agustín de Bethencourt, cuando aún era de circulación rodada, porque el muro longitudinal de defensa era de muy escasa altura. Desde abajo, de las oficinas del Centro de Iniciativa y Turismo (CIT) llegaban de vez en cuando las protestas por el ruido de pateos que generaban los escolares. Los porches y exteriores también fueron utilizados como espacios para juegos, incluso cuando finalizaba la jornada lectiva. Entre una y otra edificación, construyeron una caseta de madera que albergó durante varios años la oficina de información del CIT, hasta que se incendió.

Muy cerca, había otro colegio, el de segunda enseñanza ‘Gran Poder de Dios’, donde se cursaba el bachillerato y que desaparecería en el tiempo hasta integrarse el edificio en una amplio complejo que recibiría la denominación del gran fabulista portuense.

Después vinieron las reforma sucesivas. Llegó la Enseñanza General Básica (EGB) y los escolares dejaron de estar separados por sexo. Rejuveneció el profesorado. Maestros nativos y de otras latitudes se integraron para dinamizar una actividad a veces frenética. Ya en democracia, teniendo en cuenta el funcionamiento de las dependencias del CIT, la concentración de escolares englobaba también a los turistas en determinadas franjas horario. Era aquella una efervescencia peculiar. El colegio intentó –y lo logró-- abrirse al exterior y era siempre de los primeros en participar en los nuevos esquemas hy órganos educativos así como en las actividades que se programaban desde las administraciones públicas y otras entidades. La comunidad educativa del centro siempre estuvo predispuesta.

Pues una exposición titulada “Redescubriendo el CEIP Tomás de Iriarte”, refleja, en abreviada síntesis cronológica, una andadura de setenta y cinco años. Se trata de un valioso e interesantísimo trabajo de recopilación histórica desarrollado por Ana de León que ha diseñado una muestra que explica con detalle los tres cuartos de siglo que condensan este patrimonio que comparte el colegio con el municipio y que se podrá visitar hasta el 27 de mayo en horario de lunes a viernes de 10 a 13:30 horas, en la sede del Instituto de Estdios Hispánicos de Canarias (IEHC).

En el acto de apertura, la dirección del colegio, ejercida por Claudia Barroso, agradeció tanto a la comunidad educativa, que hizo extensiva a la numerosa asistencia de profesorado ya jubilado, como al Ayuntamiento y al IEHC su colaboración desinteresada para que esta muestra que habla por sí sola de la importancia de la historia del colegio pueda revivir la memoria muchos años más y que sea conocida por las presentes y futuras generaciones de alumnado.